Historia y consecuencias de la evolución de nuestra mandíbula

Migrañas, mareos, cefaleas, acúfenos… Estas son algunas de las consecuencias del actual tamaño de la mandíbula y el cerebro humano. Lo bueno es que tienen solución.  

Hoy vamos a dejarte con la boca abierta porque vamos a hablarte de nuestra historia, la del ser humano. Más concretamente de la evolución de nuestra mandíbula y las consecuencias que ésta ha tenido en nuestro día a día.

La evolución es resultado de miles de millones de años repletos de pequeños grandes cambios (genéticos, ambientales, culturales, etc.) que favorecieron que el mono de la sabana comenzara a caminar sobre sus dos piernas, a desarrollar tecnología que satisfacía sus necesidades y a comunicarse por medio de un lenguaje.

Uno de lo grandes cambios que facilitó este avance fue el aumento de tamaño del cerebro. Necesitábamos cada vez más espacio en el que albergar una creciente masa pensante capaz de dar continuidad a la evolución.

Más cerebro, menos mandíbula

¿Cómo logró la especie homo aumentar el tamaño de su cerebro? Muy sencillo, paulatinamente fue reduciendo el tamaño de la mandíbula y de sus músculos -adosados al cráneo-.

Como dijo el naturalista francés del s. XIX Georges Cuvier: “enséñame tus dientes y te diré quién eres”. Pues vamos con ello:

Actualmente contamos con el mismo número de dientes que nuestros antepasados de las cavernas. Nuestros caninos son muy pequeños en relación con nuestros molares y nuestra arcada dental es ancha y tiene una característica forma parabólica. 

Además, desde la adopción del fuego como herramienta, nuestra dieta cada vez es más blanda, pero sin embargo nuestro órgano masticatorio no se ha adaptado correctamente. 

Por el contrario, los caninos de los chimpancés son tan grandes que necesitan que haya un espacio –llamado diastema– entre éstos y los incisivos para que tanto los dientes superiores como los inferiores puedan encajar cuando la boca se cierra. Además, su arcada dental es mucho más alargada y tiene una morfología rectangular.

Menos mandíbula, ¿más migraña?

Las últimas investigaciones científicas y médicas demuestran que estos cambios en nuestra mandíbula provocan una falta de espacio para los movimientos masticatorios. Como resultado, la mandíbula choca con el maxilar superior comprimiendo muchos nervios que pasan por la zona y generando una sintomatología muy variada como, por ejemplo, migrañas, mareos, cefaleas, acúfenos, etcétera.

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Imagen: kjpargeter

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